La antigua panadería de la calle Embajadores 40 fue okupada en noviembre de 1996 por un grupo de mujeres, con la idea de crear un espacio colectivo para experimentar nuevas formas de relación entre mujeres, a través del desarrollo de distintas actividades culturales, artísticas y de la propia gestión de la casa y sus usos. Esta idea no surgió de la noche a la mañana, de una forma simple, sino que se fue conformando a lo largo de varios meses.
«Si alguna de vosotras se pasa un día por la Eskalera Karakola, o se encuentra con alguna de las mujeres que estuvieron allí durante los primeros días, y pregunta de dónde vino la idea de okupar un local entre mujeres, obtendrá todo tipo de respuestas: que la historia ya se estaba fraguando desde hace unos años a raíz de unas reuniones de mujeres que hubo en Estrecho; que surgió después del desalojo de Lavapiés 15, del espacio de mujeres que allí había; que se pensó en la carpa de mujeres que hubo en las jornadas de Agustín Lara… De cualquier modo, hacia otoño del año pasado, la idea estaba ahí, en la cabeza de algunas de nosotras, y no como algo elaborado, sino como un deseo vivo y contagioso.»
Desde nuestro punto de vista, tres son los ejes o palabras clave que guían este viaje que comenzó en alguna (seguro) fría noche de noviembre de 1996: autonomía, feminismo y autogestión. Una constante durante todo este tiempo ha sido la de defender como válido, posible e indispensable un proyecto autónomo de mujeres.
Esta idea no se reduce a denunciar una relación de desigualdad, sino a potenciar los posibles «ser mujer» inexistentes, inexpresados, los no inventados o invisibilizados en los espacios «neutros».
Siempre desde una política feminista, hemos buscado profundizar en nuestras posibilidades de transformación de nosotras mismas, del barrio donde se encuentra la casa. Nunca nos hemos constituido como un grupo cerrado, sino que, precisamente, una parte fundamental de nuestra gestión de la casa ha sido la idea de que esta se reconstruya ilimitadamente, no solo por las mujeres que mas regularmente podamos habitar la casa en unos momentos u otros, sino por aquellas de otros lugares que han venido unos días a conocernos o a organizar una actividad puntual.
Romper con la división entre gestoras-usuarias de los espacios para defender y valorar el poder de intervención de cada una.
En 2002 nos llegó una comunicación del desalojo, que finalmente se produjo en 2005. Entre esas dos fechas, se elaboró colectivamente una estrategia de lucha política, primero por la rehabilitación y cesión de la panadería que habitamos seis años, y posteriormente por el realojo de nuestro centro social feminista en otro espacio dentro del barrio. Fueron años de mucha presión y muchos frentes abiertos. Finalmente, cuando ya era más que evidente que no nos cederían el antiguo edificio, nos ofrecieron dos locales de la calle Embajadores en régimen de alquiler a la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid (EMV). Los locales estaban en mal estado y estuvimos en obras más de nueve meses para habilitar el actual local A. Después acondicionamos el local B. Todo por nuestra cuenta y riesgo. La Eskalera Karakola se mantiene con cuotas de socias y donaciones individuales. En su momento se presentaron dos proyectos de tecnología orientados a la formación de mujeres, por los que recibimos una subvención que nos dotó de los equipos informáticos y audiovisuales con los que actualmente contamos. Casi todas nuestras energías en el primer espacio se iban en hacerlo habitable, apuntalarlo y defenderlo, y nuestra estructura organizativa estaba centralizada en una asamblea semanal. El espacio era solo por y para mujeres. Con el nuevo espacio decidimos dar independencia a los proyectos/colectivos en la decisión de sus actividades. Ahora tenemos una asamblea mensual de gestión, que sigue siendo exclusivamente de mujeres, pero casi todos los proyectos son de participación mixta. Las socias somos un número variable de mujeres. Algunas seguimos juntas desde el comienzo. Hemos crecido compartiendo intereses en la construcción cotidiana, nuestra práctica política se ha ido centrando cada vez más de cara al barrio. Partiendo desde el feminismo, nos hemos planteado otros temas que nos preocupan individual o colectivamente como pueden ser la precariedad vital y laboral, el derecho a la ciudadanía de las personas migrantes, los derechos LGTBQ y las reivindicaciones de otros colectivos. Actualmente el espacio es múltiple y diverso, pero intentamos que se mantengan y respeten nuestros pilares iniciales: feminismo, autogestión y autonomía.
Con todo el debate de la teoría queer, parece que deja de tener sentido la categoría de mujer, sin embargo como sujeto político, las mujeres seguimos viviendo una opresión heteropatriarcal a muchos niveles y desde ahí nos seguimos enunciando como mujeres como estrategia política.
Pero no olvidamos que también somos lesbianas, latinas, femmes, trans, poetas, migrantes, descastadas, artistas, agricultoras, trabajadoras domésticas, periodistas, panaderas, fruteras, putas, profesoras, geeks y muchas cosas más.